Todos conocemos a Calimero, un pollito negro con una cáscara de huevo por sombrero. Aparece de vez en cuando en llaveros, libretas y otros muchos productos de marketing.
Cosa diferente es haberlo visto cuando la serie de dibujos llegó a España, allá por los años 70, pues fue entonces cuando su personaje caló entre nosotros y nos dejó algunas frases que aún subsisten, como son las de “¡Es una injusticia!” o “¡Venga, que pareces Calimero!”. Para aquellos que aún no habían nacido, lo explicaremos diciendo que a Calimero le sucedían siempre pequeñas desgracias, en las que él no solía tener la culpa pues siempre intentaba actuar bien. Al final del episodio siempre protestaba por esa injusticia (la cual, por cierto, nunca era especialmente grave, lo que permitía a otros burlarse de la queja por excesiva).
La diferencia entre este Calimero y otros “perdedores” de los dibujos animados (como el Coyote del Correcaminos, el Lobo Feroz de los Tres Cerditos, etc.) es que con el pollito negro podemos identificarnos pues sus desgracias ocurren no por su ambición o su maldad sino precisamente por su afán idealista de ayudar y hacerlo todo correctamente. Calimero parecía ahogarse en un vaso de agua, pero era bueno y por eso tenía amigos que le querían.
Lo curioso de Calimero es que no fue diseñado para ofrecer ese personaje sino para anunciar un detergente en televisión. Sucedió en Italia en 1961. Tres creadores (los hermanos Nino y Toni Pagot e Ignazio Colnaghi, y sin olvidar las reclamaciones por autoría de Carlo Peroni) idearon un anuncio para el detergente AVA de Mira-Lanza que debía emitirse en el programa Carosello. En unos dos minutos de anuncio se narraba la historia de un pollito recién nacido que, al caer en un montón de barro se vuelve negro, motivo por el que su madre le rechaza al no considerarlo propio; aparece entonces una campesina que gracias al detergente le ayuda a recuperar su color amarillo y ser aceptado por la gallina mamá.
El personaje cayó en gracia por su desgracia. De ahí pasó a aparecer en una serie (La costanza dà sempre buoni frutti) y en 1963 a tener la suya propia. Tuvo éxito en Italia y de ahí se extendió a otros lugares como España y hasta a Japón, donde posteriormente se adquirieron los derechos para continuarla por los estudios Toei Animation (los mismos que por entonces produjeron, entre otras, Mazinger-Z o Candy Candy), dando nueva vida al personaje en los 90. En Estados Unidos, sin embargo, prefirieron no difundirla pues la asociación color negro-desgracias no parecía oportuna en un país enfrascado en luchar contra el racismo.
En cuanto al nombre de Calimero, podría pensarse que procede del “kalimera” (Buenos días) griego, como símbolo de un ser pequeño que quiere ser amable, pero parecer ser que el origen es otro: la iglesia de San Calimero, en Milán, donde había contraído matrimonio Nino Pagot, uno de los creadores del personaje. La iglesia es una basílica varias veces remozada sobre la cripta medieval donde reposan las reliquias del santo. San Calimero, por su parte, fue un religioso griego que llegó a ser Obispo de Milán, donde murió hacia el 280 d.C. en las persecuciones previas a Constantino, si bien no parece que haya tenido relación con la inspiración del personaje más allá de la anécdota de la boda de Pagot. Este, además, tenía ya experiencia en animación (intervino en varias series como Sherlock Holmes y otras de Hanna-Barbera), por lo que debía entender de comunicación. El nombre de la madre –Cesira- existe en el idioma italiano; el del padre –Gallettoni- parece creado a propósito, y el de la amiga Priscilla nos recuerda a la rutilante Priscilla Presley (esposa de Elvis), radiante en aquellos años.
Gracias al anuncio inicial de AVA-Mari-Lanza y otras producciones de la primera época, podemos comprobar que Calimero es realmente amarillo y que el negro es tan sólo una capa de barro (https://www.youtube.com/watch?v=BlM–m-AELY), o que la cáscara de huevo sólo es usada como gorro, que él se quita cortésmente para saludar (http://italingua.ning.com/video/back-in-time-to-1969-carosello-mira-lanza-ava?xg_source=activity). Pero especialmente me llama la atención el que las desgracias del pollito proceden de que naciera sólo sin que su madre pudiera evitar que cayera en el barro, y sin que ésta no le reconociera una vez manchado. El pollito, desorientado, se abraza a la pata del primer animal que ve -un perro- creyendo que es su madre. Los psicólogos de la Teoría del Apego podrían mostrar perfectamente esta historia a sus alumnos.